15
Y dijo David á Abner: ¿No eres varón tú? ¿y quién hay como tú en Israel? ¿por qué pues no has guardado al rey tu señor? que ha entrado uno del pueblo á matar á tu señor el rey.
16
Esto que has hecho, no está bien. Vive Jehová, que sois dignos de muerte, que no habéis guardado á vuestro señor, al ungido de Jehová. Mira pues ahora dónde está la lanza del rey, y la botija del agua que estaba á su cabecera.
17
Y conociendo Saúl la voz de David, dijo: ¿No es esta tu voz, hijo mío David? Y David respondió: Mi voz es, rey señor mío.
18
Y dijo: ¿Por qué persigue así mi señor á su siervo? ¿qué he hecho? ¿qué mal hay en mi mano?
19
Ruego pues, que el rey mi señor oiga ahora las palabras de su siervo. Si Jehová te incita contra mí, acepte un sacrificio: mas si fueren hijos de hombres, malditos ellos en presencia de Jehová, que me han echado hoy para que no me junte en la heredad de Jehová, diciendo: Ve y sirve á dioses ajenos.
20
No caiga pues ahora mi sangre en tierra delante de Jehová: porque ha salido el rey de Israel á buscar una pulga, así como quien persigue una perdiz por los montes.
21
Entonces dijo Saúl: He pecado: vuélvete, hijo mío David, que ningún mal te haré más, pues que mi vida ha sido estimada hoy en tus ojos. He aquí, yo he hecho neciamente, y he errado en gran manera.
22
Y David respondió, y dijo: He aquí la lanza del rey; pase acá uno de los criados, y tómela.
23
Y Jehová pague á cada uno su justicia y su lealtad: que Jehová te había entregado hoy en mi mano, mas yo no quise extender mi mano sobre el ungido de Jehová.
24
Y he aquí, como tu vida ha sido estimada hoy en mis ojos, así sea mi vida estimada en los ojos de Jehová, y me libre de toda aflicción.
25
Y Saúl dijo á David: Bendito eres tú, hijo mío David; sin duda ejecutarás tú grandes empresas, y prevalecerás. Entonces David se fué su camino, y Saúl se volvió á su lugar.