7
Así dijo el SEÑOR de los ejércitos: He aquí, yo salvo mi pueblo de la tierra del oriente, y de la tierra donde se pone el sol;
8
y los traeré, y habitarán en medio de Jerusalén; y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios con verdad y con justicia.
9
Así dijo el SEÑOR de los ejércitos: Esfuércense vuestras manos, de vosotros los que oís en estos días estas palabras de la boca de los profetas, desde el día que se echó el cimiento a la Casa del SEÑOR de los ejércitos, para edificar el Templo.
10
Porque antes de estos días no ha habido paga de hombre, ni paga de bestia, ni hubo paz alguna para entrante ni para saliente, a causa de la angustia; porque yo incité a todos los hombres, cada cual contra su compañero.
11
Mas ahora no lo haré con el remanente de este pueblo como en aquellos días pasados, dijo el SEÑOR de los ejércitos.
12
Porque la simiente de la paz quedará ; la vid dará su fruto, y la tierra dará su fruto, y los cielos darán su rocío; y haré que el remanente de este pueblo posea todo esto.
13
Y será que como fuisteis maldición entre los gentiles, oh Casa de Judá y Casa de Israel, así os salvaré, para que seáis bendición. No temáis, mas esfuércense vuestras manos.
14
Porque así dijo el SEÑOR de los ejércitos: Como pensé haceros mal cuando vuestros padres me provocaron a ira, dijo el SEÑOR de los ejércitos, y no me arrepentí;
15
así tornando he pensado hacer bien a Jerusalén y a la Casa de Judá en estos días; no temáis.
16
Estas son las cosas que haréis: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad en vuestras puertas verdad y juicio de paz;
17
y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis juramento falso; porque todas estas cosas son las que yo aborrezco, dijo el SEÑOR.