14
Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído, y cebado.
15
Y la concupiscencia, después que ha concebido, pare el pecado: y el pecado, siendo cumplido, engendra muerte.
16
Amados hermanos míos, no erréis.
17
Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
18
El, de su voluntad nos ha engendrado por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.
19
Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oir, tardío para hablar, tardío para airarse:
20
Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
21
Por lo cual, dejando toda inmundicia y superfluidad de malicia, recibid con mansedumbre la palabra ingerida, la cual puede hacer salvas vuestras almas.
22
Mas sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos á vosotros mismos.
23
Porque si alguno oye la palabra, y no la pone por obra, este tal es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.
24
Porque él se consideró á sí mismo, y se fué, y luego se olvidó qué tal era.