8
Dijeron en su corazón: Destruyámoslos de una vez; quemaron todos los lugares de ayuntamiento del pueblo de Dios en la tierra.
9
No vemos ya nuestras banderas propias ; no hay más profeta; ni hay con nosotros quien sepa. ¿Hasta cuándo?
10
¿Hasta cuándo, oh Dios, nos afrentará el angustiador? ¿Ha de blasfemar el enemigo perpetuamente tu Nombre?
11
¿Por qué retraes tu mano, y tu diestra? ¿Por qué la escondes dentro de tu seno?
12
Pero Dios es mi rey ya de antiguo; el que obra salud en medio de la tierra.
13
Tú hendiste el mar con tu fortaleza; quebrantaste las cabezas de los dragones en las aguas.
14
Tú magullaste las cabezas del leviatán; lo diste por comida al pueblo de los desiertos.
15
Tú abriste fuente y río; tú secaste ríos impetuosos.
16
Tuyo es el día, tuya también es la noche; tú aparejaste la lumbre y el sol.
17
Tú estableciste todos los términos de la tierra; el verano y el invierno tú los formaste.
18
Acuérdate de esto: que el enemigo ha dicho afrentas al SEÑOR, y que el pueblo loco ha blasfemado tu Nombre.
19
No entregues a las bestias el alma de tu tórtola; y no olvides para siempre la congregación de tus pobres.
20
Mira al pacto; porque las tenebrosidades de la tierra llenas están de habitaciones de violencia.
21
No vuelva avergonzado el abatido; el pobre y el menesteroso alabarán tu Nombre.
22
Levántate, oh Dios, aboga tu causa; acuérdate de cómo el loco te injuria cada día.
23
No olvides las voces de tus enemigos; el alboroto de los que se levantan contra ti sube continuamente.