7
Han puesto á fuego tus santuarios, Han profanado el tabernáculo de tu nombre echándolo á tierra.
8
Dijeron en su corazón: Destruyámoslos de una vez; Han quemado todas las sinagogas de Dios en el tierra.
9
No vemos ya nuestras señales: No hay más profeta; Ni con nosotros hay quien sepa hasta cuándo.
10
¿Hasta cuándo, oh Dios, el angustiador nos afrentará? ¿Ha de blasfemar el enemigo perpetuamente tu nombre?
11
¿Por qué retraes tu mano, y tu diestra? ¿Por qué la escondes dentro de tu seno?
12
Empero Dios es mi rey ya de antiguo; El que obra saludes en medio de la tierra.
13
Tú hendiste la mar con tu fortaleza: Quebrantaste cabezas de ballenas en las aguas.
14
Tú magullaste las cabezas del leviathán; Dístelo por comida al pueblo de los desiertos.
15
Tú abriste fuente y río; Tú secaste ríos impetuosos.
16
Tuyo es el día, tuya también es la noche: Tú aparejaste la luna y el sol.
17
Tú estableciste todos los términos de la tierra: El verano y el invierno tú los formaste.
18
Acuerdáte de esto: que el enemigo ha dicho afrentas á Jehová, Y que el pueblo insensato ha blasfemado tu nombre.
19
No entregues á las bestias el alma de tu tórtola: Y no olvides para siempre la congregación de tus afligidos.
20
Mira al pacto: Porque las tenebrosidades de la tierra llenas están de habitaciones de violencia.
21
No vuelva avergonzado el abatido: El afligido y el menesteroso alabarán tu nombre.
22
Levántate, oh Dios, aboga tu causa: Acuérdate de cómo el insensato te injuria cada día.
23
No olvides las voces de tus enemigos: El alboroto de los que se levantan contra ti sube continuamente.