2
En cuanto a mí, casi se apartaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos.
3
Porque me enojé contra los locos, viendo la paz de los impíos.
4
Porque no hay ataduras para su muerte; antes su fortaleza está entera.
5
No pasan trabajos como otros seres humanos; ni son azotados con los hombres.
6
Por tanto, la soberbia los corona; se cubren de vestido de violencia.
7
Sus ojos están salidos de gruesos; logran con creces los antojos del corazón.
8
Se soltaron, y hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería.
9
Ponen contra el cielo su boca, y su lengua pasea la tierra.
10
Por eso su pueblo volverá aquí, y aguas de lleno le son exprimidas.
11
Y dirán: ¿Cómo sabe Dios? ¿Y hay conocimiento en lo más alto?
12
He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas.
13
Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en limpieza;
14
y he sido azotado todo el día, y castigado por las mañanas:
15
Si dijera yo, hablaré como ellos; he aquí habría negado la generación de tus hijos:
16
Pensaré pues para entender esto; es a mis ojos duro trabajo.
17
Hasta que venga al santuario de Dios, entonces entenderé la postrimería de ellos.
18
Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer.
19
¡Cómo han sido asolados! ¡Cuán en un punto! Se acabaron, fenecieron con turbaciones.
20
Como sueño del que despierta, así , Señor, cuando despertares, menospreciarás sus apariencias.
21
Se desazonó a la verdad mi corazón, y en mis riñones sentía punzadas.
22
Mas yo era ignorante, y no entendía; era como una bestia acerca de ti.