2
Enmudecí en silencio, me callé aun de lo bueno; y se alborotó mi dolor.
3
Se enardeció mi corazón dentro de mí; en mi meditación se encendió fuego; y hablé con mi lengua:
4
Hazme saber, SEÑOR, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuánto tengo de ser del mundo.
5
He aquí como a palmos diste a mis días, y mi edad es como nada delante de ti; ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. (Selah.)
6
Ciertamente en tinieblas anda el hombre; ciertamente en vano se inquieta; allega, y no sabe quién lo cogerá.
7
Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza en ti está.
8
Líbrame de todas mis rebeliones; no me pongas por escarnio del loco.
9
Enmudecí, no abrí mi boca; porque tú lo hiciste.
10
Quita de sobre mí tu plaga; de la guerra de tu mano soy consumido.
11
Con castigos sobre el pecado corriges al hombre, y haces consumirse como de polilla su grandeza; ciertamente vanidad es todo hombre. (Selah.)
12
Oye mi oración, oh SEÑOR, y escucha mi clamor; no calles ante mis lágrimas; porque peregrino soy contigo, y advenedizo, como todos mis padres.