8
Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si hiciere mi estrado en el infierno, hete allí.
9
Si tomare las alas del alba, y habitare en el extremo del mar,
10
aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra.
11
Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá por causa de mí.
12
Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; las tinieblas son como la luz.
13
Porque tú poseíste mis riñones; me cubriste en el vientre de mi madre.
14
Te alabaré; porque me formaste de una manera formidable y maravillosa; y ésto mi alma conoce en gran manera.
15
No fue encubierto mi cuerpo de ti, aunque yo fui hecho en secreto, y entretejido en lo profundo de la tierra.
16
Tus ojos vieron mi cuerpo aun imperfecto, y en tu libro todos mis miembros estaban escritos; que fueron luego formados, sin faltar uno de ellos.
17
Así que ¡cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán multiplicadas son sus cuentas!
18
Si los cuento, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo.