3
Así que, viviendo el marido, se llamará adúltera si fuere de otro varón; mas si su marido muriere, es libre de la ley (del marido); de tal manera que no será adúltera si fuere de otro marido.
4
Así también vosotros, hermanos míos, sois muertos a la ley en el cuerpo del Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, para que fructifiquemos a Dios.
5
Porque mientras éramos en la carne, los afectos de los pecados que eran por la ley, obraban en nuestros miembros fructificando a muerte.
6
Pero ahora somos libres de la ley de la muerte en la cual estábamos detenidos, para que sirvamos en novedad de Espíritu, y no en vejez de letra.
7
¿Qué pues diremos? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque (tampoco) conocería la concupiscencia, si la ley no dijera: No codiciarás.
8
Entonces el pecado, cuando hubo ocasión, obró en mí por el mandamiento toda concupiscencia. Porque sin la ley el pecado estaba como adormecido.
9
Así que, yo sin la ley vivía por algún tiempo; mas venido el mandamiento, el pecado revivió, y yo morí;
10
y hallé que el mismo mandamiento, que era para vida, para mí era mortal;
11
porque el pecado, habida ocasión, me engañó por el mandamiento, y por él me mató.
12
De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, y justo, y bueno.
13
¿Luego lo que es bueno, a mí me es hecho muerte? No; sino el pecado, que para mostrarse pecado por lo bueno, me obró la muerte, haciéndose pecado sobremanera pecaminoso por el mandamiento.
14
Porque ya sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido a sujeción del pecado.
15
Porque lo que cometo, no lo entiendo; y ni el (bien) que quiero, hago; antes lo que aborrezco, aquello hago.
16
Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.
17
De manera que ya yo no obro aquello, sino el pecado que mora en mí.
18
Y yo sé que en mí (es a saber, en mi carne) no mora el bien, porque tengo el querer, mas efectuar el bien no lo alcanzo.
19
Porque no hago el bien que quiero; pero el mal que no quiero, éste hago.
20
Y si hago lo que no quiero, ya no obro yo, sino el pecado que mora en mí.
21
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: Que el mal me es propio.
22
Porque con el hombre interior, me deleito con la ley de Dios;
23
mas veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
24
¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte?
25
La gracia de Dios, por Jesús, el Cristo o el Ungido , Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado.