30
con él estaba yo ordenándolo todo; y fui su delicia todos los días, teniendo solaz delante de él en todo tiempo.
31
Tengo solaz en la redondez de su tierra; y mis solaces son con los hijos de los hombres.
32
Ahora, pues, hijos, oídme; y bienaventurados los que guardaren mis caminos.
33
Escuchad al castigo, y sed sabios; y no lo menospreciéis.
34
Bienaventurado el hombre que me oye, trasnochando a mis puertas cada día, guardando los umbrales de mis entradas.
35
Porque el que me hallare, hallará la vida; y alcanzará la voluntad del SEÑOR.
36
Mas el que peca contra mí, defrauda su alma; todos los que me aborrecen, aman la muerte.