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para que te guarden de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus palabras.
6
Porque mirando yo por la ventana de mi casa, por mi celosía,
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vi entre los simples, consideré entre los jóvenes, un joven falto de entendimiento,
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el cual pasaba por la calle, junto a la esquina de aquella, e iba camino de su casa;
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a la tarde del día, ya que oscurecía; en la oscuridad y tiniebla de la noche.
10
Y he aquí, una mujer que le sale al encuentro con atavío de ramera, guardada de corazón,
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alborotadora y rencillosa, sus pies no pueden estar en casa;
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unas veces de fuera, o bien por las plazas, acechando por todas las esquinas.
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Y traba de él, y lo besa; desvergonzó su rostro, y le dijo:
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Sacrificios de paz había prometido, hoy he pagado mis votos;
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por tanto he salido a encontrarte, buscando tu rostro, y te he hallado.