10
Porque no se harten los extraños de tu fuerza, Y tus trabajos estén en casa del extraño;
11
Y gimas en tus postrimerías, Cuando se consumiere tu carne y tu cuerpo,
12
Y digas: ¡Cómo aborrecí el consejo, Y mi corazón menospreció la reprensión;
13
Y no oí la voz de los que me adoctrinaban, Y á los que me enseñaban no incliné mi oído!
14
Casi en todo mal he estado, En medio de la sociedad y de la congregación.
15
Bebe el agua de tu cisterna, Y los raudales de tu pozo.
16
Derrámense por de fuera tus fuentes, En las plazas los ríos de aguas.
17
Sean para ti solo, Y no para los extraños contigo.
18
Sea bendito tu manantial; Y alégrate con la mujer de tu mocedad.
19
Como cierva amada y graciosa corza, Sus pechos te satisfagan en todo tiempo; Y en su amor recréate siempre.
20
¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la ajena, Y abrazarás el seno de la extraña?