1
HIJO mío, está atento á mi sabiduría, Y á mi inteligencia inclina tu oído;
2
Para que guardes consejo, Y tus labios conserven la ciencia.
3
Porque los labios de la extraña destilan miel, Y su paladar es más blando que el aceite;
4
Mas su fin es amargo como el ajenjo, Agudo como cuchillo de dos filos.
5
Sus pies descienden á la muerte; Sus pasos sustentan el sepulcro:
6
Sus caminos son instables; no los conocerás, Si no considerares el camino de vida.
7
Ahora pues, hijos, oidme, Y no os apartéis de las razones de mi boca.
8
Aleja de ella tu camino, Y no te acerques á la puerta de su casa;
9
Porque no des á los extraños tu honor, Y tus años á cruel;
10
Porque no se harten los extraños de tu fuerza, Y tus trabajos estén en casa del extraño;
11
Y gimas en tus postrimerías, Cuando se consumiere tu carne y tu cuerpo,