14
echa tu suerte entre nosotros; tengamos todos una bolsa,
15
hijo mío, no andes en camino con ellos; aparta tu pie de sus veredas;
16
porque sus pies correrán al mal, e irán presurosos a derramar sangre.
17
Porque en vano se tenderá la red ante los ojos de toda ave;
18
mas ellos a su propia sangre espían, y a sus propias almas ponen asechanza.
19
Tales son las sendas de todo el que codicia la ganancia, la cual prenderá la vida de sus poseedores.
20
La sabiduría clama de fuera; en las plazas da su voz;
21
clama en los principales lugares de concurso; en las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones:
22
¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores desearán el burlar, y los locos aborrecerán la ciencia?
23
Volveos a mi reprensión; he aquí yo os derramaré mi espíritu, y os haré saber mis palabras.
24
Por cuanto llamé, y no quisisteis; extendí mi mano, y no hubo quien escuchase;
25
antes desechasteis todo consejo mío, y no quisisteis mi reprensión;
26
también yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis;
27
cuando viniere como una destrucción lo que teméis, y vuestra calamidad llegare como un torbellino; cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia.
28
Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán;
29
por cuanto aborrecieron el conocimiento, y no escogieron el temor del SEÑOR,
30
ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía.
31
Comerán, pues, del fruto de su camino, y de sus consejos se hartarán.
32
Porque el reposo de los ignorantes los matará, y la prosperidad de los locos los echará a perder.
33
Mas el que me oyere, habitará confiadamente, y vivirá reposado del temor del mal.