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los hijos de Sefatías, los hijos de Hatil, los hijos de Poqueret-hazebaim, los hijos de Amón.
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El total de los sirvientes del templo y de los hijos de los siervos de Salomón, era de trescientos noventa y dos.
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Y estos fueron los que subieron de Tel-mela, Tel-harsa, Querub, Adón e Imer, aunque no pudieron demostrar si sus casas paternas o su descendencia eran de Israel:
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los hijos de Delaía, los hijos de Tobías, los hijos de Necoda, seiscientos cuarenta y dos;
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y de los sacerdotes: los hijos de Habaía, los hijos de Cos, los hijos de Barzilai, que había tomado por mujer a una de las hijas de Barzilai galaadita, con cuyo nombre fue llamado.
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Estos buscaron en su registro de genealogías pero no se hallaron, y fueron considerados inmundos y excluidos del sacerdocio.
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Y el gobernador les dijo que no comieran de las cosas santísimas hasta que un sacerdote se levantara con Urim y Tumim.
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Toda la asamblea reunida era de cuarenta y dos mil trescientos sesenta,
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sin contar sus siervos y siervas, que eran siete mil trescientos treinta y siete; y tenían doscientos cuarenta y cinco cantores y cantoras.
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Sus caballos eran setecientos treinta y seis; sus mulos, doscientos cuarenta y cinco ;
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sus camellos, cuatrocientos treinta y cinco; sus asnos, seis mil setecientos veinte.
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Algunos de los jefes de casas paternas contribuyeron para la obra. El gobernador dio para el tesoro mil dracmas de oro, cincuenta tazones y quinientas treinta túnicas sacerdotales.
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Los jefes de casas paternas dieron para el tesoro de la obra veinte mil dracmas de oro y dos mil doscientas minas de plata.
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Lo que dio el resto del pueblo fue veinte mil dracmas de oro, dos mil minas de plata y sesenta y siete túnicas sacerdotales.
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Y habitaron en sus ciudades, los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, algunos del pueblo, los sirvientes del templo y el resto de Israel. Cuando llegó el mes séptimo, los hijos de Israel ya estaban en sus ciudades.