4
Y Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
5
Porque, ¿qué es más fácil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, y anda"?
6
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (entonces dijo<***> al paralítico): Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
7
Y él levantándose, se fue a su casa.
8
Pero cuando las multitudes vieron esto, sintieron temor, y glorificaron a Dios, que había dado tal poder a los hombres.
9
Cuando Jesús se fue de allí, vio a un hombre llamado Mateo, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo<***>: ¡Sígueme! Y levantándose, le siguió.
10
Y sucedió que estando El sentado a la mesa en la casa, he aquí, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y se sentaron a la mesa con Jesús y sus discípulos.
11
Y cuando vieron esto, los fariseos dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los recaudadores de impuestos y pecadores?
12
Al oír El esto, dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos.
13
Mas id, y aprended lo que significa: "MISERICORDIA QUIERO Y NO SACRIFICIO"; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
14
Entonces se le acercaron<***> los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, pero tus discípulos no ayunan?
15
Y Jesús les dijo: ¿Acaso los acompañantes del novio pueden estar de luto mientras el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán.
16
Y nadie pone un remiendo de tela nueva en un vestido viejo; porque el remiendo al encogerse tira del vestido y se produce una rotura peor.
17
Y nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque entonces los odres se revientan, el vino se derrama y los odres se pierden; sino que se echa vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan.
18
Mientras les decía estas cosas, he aquí, vino un oficial de la sinagoga y se postró delante de El, diciendo: Mi hija acaba de morir; pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
19
Y levantándose Jesús, lo siguió, y también sus discípulos.
20
Y he aquí, una mujer que había estado sufriendo de flujo de sangre por doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto;
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pues decía para sí: Si tan sólo toco su manto, sanaré.
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Pero Jesús, volviéndose y viéndola, dijo: Hija, ten ánimo, tu fe te ha sanado . Y al instante la mujer quedó sana.
23
Cuando entró Jesús en la casa del oficial, y vio a los flautistas y al gentío en ruidoso desorden,
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les dijo: Retiraos, porque la niña no ha muerto, sino que está dormida. Y se burlaban de El.
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Pero cuando habían echado fuera a la gente, El entró y la tomó de la mano; y la niña se levantó.
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Y esta noticia se difundió por toda aquella tierra.
27
Al irse Jesús de allí, dos ciegos le siguieron, gritando y diciendo: ¡Hijo de David, ten misericordia de nosotros!