19
Y un escriba se le acercó y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.
20
Y Jesús le dijo<***>: Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
21
Otro de los discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.
22
Pero Jesús le dijo<***>: Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.
23
Cuando entró Jesús en la barca, sus discípulos le siguieron.
24
Y de pronto se desató una gran tormenta en el mar, de modo que las olas cubrían la barca; pero Jesús estaba dormido.
25
Y llegándose a El, le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!
26
Y El les dijo<***>: ¿Por qué estáis amedrentados, hombres de poca fe? Entonces se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma.
27
Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Quién es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?
28
Cuando llegó al otro lado, a la tierra de los gadarenos, le salieron al encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, violentos en extremo, de manera que nadie podía pasar por aquel camino.
29
Y gritaron, diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes del tiempo?