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Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste que yacía en cama con fiebre.
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Le tocó la mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó y le servía.
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Y al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; y expulsó a los espíritus con su palabra, y sanó a todos los que estaban enfermos,
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para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías cuando dijo: EL MISMO TOMO NUESTRAS FLAQUEZAS Y LLEVO NUESTRAS ENFERMEDADES.
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Viendo Jesús una multitud a su alrededor, dio orden de pasar al otro lado.
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Y un escriba se le acercó y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.
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Y Jesús le dijo<***>: Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
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Otro de los discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.
22
Pero Jesús le dijo<***>: Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.
23
Cuando entró Jesús en la barca, sus discípulos le siguieron.
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Y de pronto se desató una gran tormenta en el mar, de modo que las olas cubrían la barca; pero Jesús estaba dormido.
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Y llegándose a El, le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!
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Y El les dijo<***>: ¿Por qué estáis amedrentados, hombres de poca fe? Entonces se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma.
27
Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Quién es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?