11
Y al recibirlo, murmuraban contra el hacendado,
12
diciendo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, pero los has hecho iguales a nosotros que hemos soportado el peso y el calor abrasador del día."
13
Pero respondiendo él, dijo a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿no conviniste conmigo en un denario?
14
"Toma lo que es tuyo, y vete; pero yo quiero darle a este último lo mismo que a ti.
15
"¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo que es mío? ¿O es tu ojo malo porque yo soy bueno?"
16
Así, los últimos serán primeros, y los primeros, últimos.
17
Cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los doce discípulos, y por el camino les dijo:
18
He aquí, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y escribas, y le condenarán a muerte;
19
y le entregarán a los gentiles para burlarse de El, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará.
20
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante El y pidiéndole algo.
21
Y El le dijo: ¿Qué deseas? Ella le dijo<***>: Ordena que en tu reino estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
22
Pero respondiendo Jesús, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? Ellos le dijeron<***>: Podemos.
23
El les dijo<***>: Mi copa ciertamente beberéis, pero sentarse a mi derecha y a mi izquierda no es mío el concederlo, sino que es para quienes ha sido preparado por mi Padre.
24
Al oír esto, los diez se indignaron contra los dos hermanos.
25
Pero Jesús, llamándolos junto a sí, dijo: Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos.
26
No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor,
27
y el que quiera entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo;
28
así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
29
Al salir de Jericó, le siguió una gran multitud.
30
Y he aquí, dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al oír que Jesús pasaba, gritaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
31
Y la gente los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban más aún, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
32
Deteniéndose Jesús, los llamó, y dijo: ¿Qué queréis que yo haga por vosotros?
33
Ellos le dijeron<***>: Señor, deseamos que nuestros ojos sean abiertos.
34
Entonces Jesús, movido a compasión, tocó los ojos de ellos, y al instante recobraron la vista, y le siguieron.