14
—Bueno —contestaron—, algunos dicen Juan el Bautista, otros dicen Elías, y otros dicen Jeremías o algún otro profeta.
15
Entonces les preguntó:
16
Simón Pedro contestó:
—Tú eres el Mesías,
el Hijo del Dios viviente.
17
Jesús respondió:
18
Ahora te digo que tú eres Pedro (que quiere decir “roca”),
y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte
no la conquistará.
19
Y te daré las llaves del reino del cielo. Todo lo que prohíbas
en la tierra será prohibido en el cielo, y todo lo que permitas
en la tierra será permitido en el cielo.
20
Luego advirtió severamente a los discípulos que no le contaran a nadie que él era el Mesías.
21
Jesús predice su muerte
A partir de entonces, Jesús
empezó a decir claramente a sus discípulos que era necesario que fuera a Jerusalén, y que sufriría muchas cosas terribles a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los maestros de la ley religiosa. Lo matarían, pero al tercer día resucitaría.
22
Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo
por decir semejantes cosas.
—¡Dios nos libre, Señor! —dijo—. Eso jamás te sucederá a ti.
23
Jesús se dirigió a Pedro y le dijo:
24
Luego Jesús dijo a sus discípulos:
25
Si tratas de aferrarte a la vida, la perderás, pero si entregas tu vida por mi causa, la salvarás.
26
¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma?
¿Hay algo que valga más que tu alma?
27
Pues el Hijo del Hombre vendrá con sus ángeles en la gloria de su Padre y juzgará a cada persona de acuerdo con sus acciones.
28
Les digo la verdad, algunos de los que están aquí ahora no morirán antes de ver al Hijo del Hombre llegar en su reino».