2
¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan
3
Y él respondiendo, les dijo: ¿Por qué también vosotros traspasáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición
4
Porque Dios mandó, diciendo: Honra a tu padre y a tu madre, y el que maldijere al padre o a la madre, muera irremisiblemente
5
Pero vosotros decís: Cualquiera que dijere al padre o a la madre: Es ya ofrenda mía a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte
6
y ya no deberá honrar a su padre o a su madre con socorro. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición
7
Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo
8
Este pueblo de su boca se acerca a mí y de labios me honra, pero su corazón lejos está de mí
9
Mas en vano me adoran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres
10
Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended
11
No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre
12
Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos, oyendo esta palabra, se ofendieron
13
Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada
14
Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo
15
Y respondiendo Pedro, le dijo: Decláranos esta parábola
16
Y Jesús dijo: ¿También vosotros sois aún sin entendimiento
17
¿No entendéis todavía que todo lo que entra en la boca, va al vientre, y es echado en la letrina
18
Mas lo que sale de la boca, del mismo corazón sale; y esto contamina al hombre
19
Porque del corazón salen los malos pensamientos: muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, maledicencias
20
Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre
21
Y saliendo Jesús de allí, se fue a las partes de Tiro y de Sidón
22
Y he aquí una mujer cananea, que había salido de aquellos términos, clamaba, diciéndole: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí; mi hija está enferma, poseida del demonio
23
Mas él no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despáchala, pues da voces tras nosotros
24
Y él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la Casa de Israel
25
Entonces ella vino, y le adoró, diciendo: Señor socórreme
26
Y respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos
27
Y ella dijo: Sí, Señor; mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores
28
Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; sea hecho contigo como quieres. Y fue sana su hija desde aquella hora
29
Y partiendo Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí
30
Y llegaron a él muchas personas, que tenían consigo cojos, ciegos, mudos, mancos, y muchos otros enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó
31
De manera que se maravillaba la multitud, viendo hablar los mudos, los mancos sanos, andar los cojos, y ver los ciegos; y glorificaron al Dios de Israel
32
Y Jesús llamando a sus discípulos, dijo: Tengo misericordia de la multitud, que ya hace tres días que perseveran conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, para que no desmayen en el camino
33
Entonces sus discípulos le dicen: ¿Dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud tan grande
34
Y Jesús les dice: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos
35
Y mandó a la multitud que se recostara sobre la tierra
36
Y tomando los siete panes y los peces, dando gracias, partió y dio a sus discípulos; y los discípulos a la multitud
37
Y comieron todos, y se saciaron; y alzaron lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas
38
Y eran los que habían comido, cuatro mil varones, sin contar las mujeres y los niños
39
Entonces, despedida la multitud, subió en un barco; y vino a los términos de Magdala