5
Y parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y nació luego, porque no tenía profundidad de tierra;
6
mas saliendo el sol, se quemó; y se secó, porque no tenía raíz.
7
Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.
8
Y parte cayó en buena tierra, y dio fruto: uno a ciento, y otro a sesenta, y otro a treinta.
9
Quien tiene oídos para oír, oiga.
10
Entonces, llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
11
Y él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros es concedido saber los misterios del Reino de los cielos; mas a ellos no es concedido.
12
Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
13
Por eso les habló por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
14
De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no miraréis.
15
Porque el corazón de este pueblo está engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y con sus ojos guiñan; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y del corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane.
16
Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
17
Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
18
Oíd, pues, vosotros la parábola del que siembra:
19
Oyendo cualquiera la Palabra del Reino, y no entendiéndola, viene el Malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón; éste es el que fue sembrado junto al camino.
20
Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y luego la recibe con gozo.
21
Mas no tiene raíz en sí, antes es temporal; que venida la aflicción o la persecución por la Palabra, luego se ofende.
22
Y el que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la Palabra; pero la congoja de este siglo y el engaño de las riquezas, ahogan la Palabra, y se hace infructuosa.
23
Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la Palabra, y el que lleva el fruto; y produce uno a ciento, y otro a sesenta, y otro a treinta por uno .
24
Otra parábola les propuso, diciendo: El Reino de los cielos es semejante al hombre que siembra buena simiente en su campo;
25
mas durmiendo los hombres, vino su enemigo, y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
26
Y cuando salió en hierba e hizo fruto, entonces apareció también la cizaña.
27
Y llegándose los siervos del padre de la familia, le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena simiente en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
28
Y él les dijo: El hombre enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la cojamos?
29
Y él dijo: No; porque cogiendo la cizaña, no arranquéis también con ella el trigo.
30
Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Coged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; mas recoged el trigo en mi alfolí.
31
Otra parábola les propuso, diciendo: El Reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza, que tomándolo un hombre lo sembró en su campo;
32
el cual a la verdad es la más pequeña de todas las simientes; mas cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
33
Otra parábola les dijo: El Reino de los cielos es semejante a la levadura que tomándola la mujer, la esconde en tres medidas de harina, hasta que todo se leude.
34
Todo esto habló Jesús por parábolas a la multitud; y nada les habló sin parábolas.
35
Para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, que dijo: Abriré en parábolas mi boca; Rebosaré cosas escondidas desde la fundación del mundo.
36
Entonces, despedida la multitud, Jesús se vino a casa; y llegándose a él sus discípulos, le dijeron: Decláranos la parábola de la cizaña del campo.
37
Y respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena simiente es el Hijo del hombre;
38
y el campo es el mundo; y la buena simiente son los hijos del Reino, y la cizaña son los hijos del malo;
39
y el enemigo que la sembró, es el diablo; y la siega es el fin del siglo, y los segadores son los ángeles.
40
De manera que como es cogida la cizaña, y quemada al fuego, así será en el fin de este siglo.
41
Enviará el Hijo del hombre sus ángeles, y cogerán de su Reino todos los estorbos, y a los que hacen iniquidad,
42
y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
43
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
44
También, el Reino de los cielos es semejante al tesoro escondido en el campo; el cual hallado, el hombre lo encubre, y de gozo de ello va, y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
45
También el Reino de los cielos es semejante al hombre tratante, que busca buenas perlas;