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que hallando una preciosa perla, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
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También el Reino de los cielos es semejante a la red, que echada en el mar, coge de toda suerte de peces ;
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la cual estando llena, la sacaron a la orilla; y sentados, cogieron lo bueno en vasos, y lo malo echaron fuera.
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Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos,
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Y los echarán en el horno de fuego. Allí será el lloro y el crujir de dientes.
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Les dijo Jesús: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos responden: Sí, Señor.
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Y él les dijo: Por eso todo escriba docto en el Reino de los cielos, es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.
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Y aconteció que acabando Jesús estas parábolas, pasó de allí.
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Y venido a su tierra, les enseñó en la sinagoga de ellos, de tal manera que ellos estaban fuera de sí, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría, y estas maravillas?
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¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo y José, y Simón, y Judas?
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¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todo esto?
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Y se escandalizaban en él. Mas Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su tierra y en su casa.
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Y no hizo allí muchas maravillas, a causa de la incredulidad de ellos.