5
O ¿no habéis leído en la ley, que los sábados en el Templo los sacerdotes profanan el sábado, y son sin culpa
6
Pues os digo que uno mayor que el Templo está aquí
7
Mas si supieras qué es: Misericordia quiero y no sacrificio, no condenarías a los inocentes
8
Porque Señor aún del sábado, es el Hijo del hombre
9
Y partiendo de allí, vino a la sinagoga de ellos
10
Y he aquí había allí un hombre que tenía una mano seca; y le preguntaron, diciendo: ¿Es lícito curar en sábado?, por acusarle
11
Y él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si cayere ésta en una fosa en sábado, no le echa mano, y la levanta
12
Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Así que, lícito es en los sábados hacer bien
13
Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y fue restituida sana como la otra
14
Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra él para destruirle
15
Mas sabiéndolo Jesús, se apartó de allí; y le siguieron grandes multitudes, y sanaba a todos
16
Y él les encargaba rigurosamente que no le descubrieran
17
para que se cumpliera lo que estaba dicho por el profeta Isaías, que dijo
18
He aquí mi siervo, al cual he escogido; mi Amado, en el cual se agrada mi alma; pondré mi Espíritu sobre él y a los gentiles anunciará juicio
19
No contenderá, ni voceará; ni nadie oirá en las calles su voz
20
La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio
21
Y en su Nombre esperarán los gentiles
22
Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo, y le sanó; de tal manera, que el ciego y mudo hablaba y veía
23
Y las multitudes estaban fuera de sí, y decían: ¿Es éste aquel Hijo de David
24
Mas los fariseos, oyéndolo, decían: Este no echa fuera los demonios, sino por Beelzebú, príncipe de los demonios
25
Y Jesús, como sabía los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es desolado; y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá