25
Entonces Jesús puso otra vez las manos sobre sus ojos, y él miró fijamente y fue restaurado; y lo veía todo con claridad.
26
Y lo envió a su casa diciendo: Ni aun en la aldea entres.
27
Salió Jesús con sus discípulos a las aldeas de Cesarea de Filipo; y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
28
Y le respondieron, diciendo: Unos, Juan el Bautista; y otros Elías; pero otros, uno de los profetas.
29
El les preguntó de nuevo: Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro, le dijo<***>: Tú eres el Cristo.
30
Y El les advirtió severamente que no hablaran de El a nadie.
31
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer muchas cosas, y ser rechazado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y después de tres días resucitar.
32
Y les decía estas palabras claramente. Y Pedro le llevó aparte y comenzó a reprenderlo.
33
Mas El volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro y le dijo<***>: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!, porque no tienes en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres.
34
Y llamando a la multitud y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame.
35
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.
36
Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?
37
Pues ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?
38
Porque cualquiera que se averguence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.