11
Y vinieron los fariseos, y comenzaron a altercar con él, demandándole señal del cielo, tentándole.
12
Y gimiendo de su espíritu, dice: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.
13
Y dejándolos, volvió a entrar en el barco, y se fue a la otra ribera.
14
Y se habían olvidado de tomar pan, y no tenían sino un pan consigo en el barco.
15
Y les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes.
16
Y altercaban los unos con los otros diciendo: Pan no tenemos.
17
Y como Jesús lo entendió, les dice: ¿Qué altercáis, porque no tenéis pan? ¿No consideráis ni entendéis? ¿Aún tenéis ciego vuestro corazón?
18
¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no os acordáis?
19
Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos alzasteis? Y ellos dijeron: Doce.
20
Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos alzasteis? Y ellos dijeron: Siete.
21
Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?
22
Y vino a Betsaida; y le traen un ciego, y le ruegan que le tocase.
23
Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, y poniéndole las manos encima, le preguntó si veía algo.
24
Y él mirando, dijo: Veo los hombres, pues veo que andan como árboles.
25
Luego le puso otra vez las manos sobre sus ojos, y le hizo que mirase; y fue sano, y vio de lejos y claramente a todos.
26
Y le envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.
27
Salió Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
28
Ellos respondieron: Juan Bautista; y otros, Elías; y otros: Alguno de los profetas.
29
Entonces él les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dice: ¡Tú eres el Cristo!
30
Y les mandó que no hablasen esto de él a ninguno.
31
Y comenzó a enseñarles, que convenía que el Hijo del hombre padeciese mucho, y ser reprobado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas; y ser muerto, y resucitar después de tres días.