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Y El les dijo<***>: ¿También vosotros sois tan faltos de entendimiento? ¿No comprendéis que todo lo que de afuera entra al hombre no le puede contaminar,
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porque no entra en su corazón, sino en el estómago, y se elimina? (Declarando así limpios todos los alimentos.)
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Y decía: Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.
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Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios,
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avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez.
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Todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre.
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Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro , y entrando en una casa, no quería que nadie lo supiera, pero no pudo pasar inadvertido;
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sino que enseguida, al oír hablar de El, una mujer cuya hijita tenía un espíritu inmundo, fue y se postró a sus pies.
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La mujer era gentil , sirofenicia de nacimiento; y le rogaba que echara fuera de su hija al demonio.
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Y El le decía: Deja que primero los hijos se sacien, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
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Pero ella respondió y le dijo<***>: Es cierto, Señor; pero aun los perrillos debajo de la mesa comen las migajas de los hijos.