12
Y no le dejáis hacer más por su padre ó por su madre,
13
Invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que disteis: y muchas cosas hacéis semejantes á éstas.
14
Y llamando á toda la multitud, les dijo: Oidme todos, y entended:
15
Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar: mas lo que sale de él, aquello es lo que contamina al hombre.
16
Si alguno tiene oídos para oir, oiga.
17
Y apartado de la multitud, habiendo entrado en casa, le preguntaron sus discípulos sobra la parábola.
18
Y díjoles: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar;
19
Porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale á la secreta? Esto decía, haciendo limpias todas las viandas.
20
Mas decía, que lo que del hombre sale, aquello contamina al hombre.
21
Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,
22
Los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, las desvergüenzas, el ojo maligno, las injurias, la soberbia, la insensatez.
23
Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
24
Y levantándose de allí, se fué á los términos de Tiro y de Sidón; y entrando en casa, quiso que nadie lo supiese; mas no pudo esconderse.
25
Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se echó á sus pies.
26
Y la mujer era Griega, Sirofenisa de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio.
27
Más Jesús le dijo: Deja primero hartarse los hijos, porque no es bien tomar el pan de los hijos y echarlo á los perrillos.
28
Y respondió ella, y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
29
Entonces le dice: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
30
Y como fué á su casa, halló que el demonio había salido, y á la hija echada sobre la cama.
31
Y volviendo á salir de los términos de Tiro, vino por Sidón á la mar de Galilea, por mitad de los términos de Decápolis.
32
Y le traen un sordo y tartamudo, y le ruegan que le ponga la mano encima.