6
Y estaba maravillado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor enseñando.
7
Entonces llamó<***> a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos;
8
y les ordenó que no llevaran nada para el camino, sino sólo un bordón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinto;
9
sino calzados con sandalias. No llevéis dos túnicas
10
les dijoy dondequiera que entréis en una casa, quedaos allí hasta que salgáis de la población.
11
Y en cualquier lugar que no os reciban ni os escuchen, al salir de allí, sacudid el polvo de la planta de vuestros pies en testimonio contra ellos.
12
Y saliendo, predicaban que todos se arrepintieran.
13
Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.
14
El rey Herodes se enteró de esto, pues el nombre de Jesús se había hecho célebre, y la gente decía: Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, por eso es que estos poderes milagrosos actúan en él.
15
Pero otros decían: Es Elías. Y decían otros: Es un profeta, como uno de los profetas antiguos.
16
Y al oír esto Herodes, decía: Juan, a quien yo decapité, ha resucitado.
17
Porque Herodes mismo había enviado a prender a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe, pues Herodes se había casado con ella.
18
Porque Juan le decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
19
Y Herodías le tenía rencor y deseaba matarlo, pero no podía,
20
porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo mantenía protegido. Y cuando le oía se quedaba muy perplejo, pero le gustaba escucharlo.
21
Pero llegó un día oportuno, cuando Herodes, siendo su cumpleaños, ofreció un banquete a sus nobles y comandantes y a los principales de Galilea;
22
y cuando la hija misma de Herodías entró y danzó, agradó a Herodes y a los que se sentaban a la mesa con él; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras y te lo daré.
23
Y le juró: Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.
24
Ella salió y dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le respondió: La cabeza de Juan el Bautista.
25
Enseguida ella se presentó apresuradamente ante el rey con su petición, diciendo: Quiero que me des ahora mismo la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja.
26
Y aunque el rey se puso muy triste, sin embargo a causa de sus juramentos y de los que se sentaban con él a la mesa, no quiso desairarla.
27
Y al instante el rey envió a un verdugo y le ordenó que trajera la cabeza de Juan. Y él fue y lo decapitó en la cárcel,
28
y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.
29
Cuando sus discípulos oyeron esto, fueron y se llevaron el cuerpo y le dieron sepultura.
30
Los apóstoles se reunieron<***> con Jesús, y le informaron sobre todo lo que habían hecho y enseñado.
31
Y El les dijo<***>: Venid, apartaos de los demás a un lugar solitario y descansad un poco. (Porque había muchos que iban y venían, y ellos no tenían tiempo ni siquiera para comer.)
32
Y se fueron en la barca a un lugar solitario, apartado.
33
Pero la gente los vio partir, y muchos los reconocieron y juntos corrieron allá a pie de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos.
34
Al desembarcar, El vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
35
Y cuando era ya muy tarde, sus discípulos se le acercaron, diciendo: El lugar está desierto y ya es muy tarde;
36
despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y se compren algo de comer.