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Y vino uno de los príncipes de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies,
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y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está a la muerte; ven y pondrás las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá.
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Y fue con él, y le seguía gran multitud, y le apretaban.
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Y una mujer que estaba con flujo de sangre doce años hacía,
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y había sufrido mucho de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor,
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cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su vestido.
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Porque decía: Si tocare tan solamente su vestido, seré salva.
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Luego la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que era sana de aquel azote.
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Y luego Jesús, conociendo en sí mismo la virtud que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
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Le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
32
Y él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.