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Decía también: El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra,
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y se acuesta y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe.
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La tierra produce fruto por sí misma; primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro en la espiga.
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Y cuando el fruto lo permite, él enseguida mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega.
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También decía: ¿A qué compararemos el reino de Dios, o con qué parábola lo describiremos?
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Es como un grano de mostaza, el cual, cuando se siembra en la tierra, aunque es más pequeño que todas las semillas que hay en la tierra,
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sin embargo, cuando es sembrado, crece y llega a ser más grande que todas las hortalizas y echa grandes ramas, tanto que LAS AVES DEL CIELO pueden ANIDAR BAJO SU SOMBRA.
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Con muchas parábolas como éstas les hablaba la palabra, según podían oírla;
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y sin parábolas no les hablaba, sino que lo explicaba todo en privado a sus propios discípulos.
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Ese día, caída ya la tarde, les dijo<***>: Pasemos al otro lado.
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Despidiendo a la multitud, le llevaron<***> con ellos en la barca, como estaba; y había otras barcas con El.