2
Y luego se juntaron a él muchos, que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la Palabra
3
Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era traído por cuatro
4
Y como no podían llegar a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico
5
Y viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados
6
Y estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales pensando en sus corazones
7
decían: ¿Por qué habla éste blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios
8
Y conociendo luego Jesús en su Espíritu que pensaban esto dentro de sí, les dijo: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones
9
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, y toma tu lecho y anda
10
Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar los pecados, (dice al paralítico)
11
A ti te digo: Levántate, y toma tu lecho, y vete a tu casa
12
Entonces él se levantó luego, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca tal hemos visto