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Al oír esto, los diez comenzaron a indignarse contra Jacobo y Juan.
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Y llamándolos junto a sí, Jesús les dijo<***>: Sabéis que los que son reconocidos como gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que sus grandes ejercen autoridad sobre ellos.
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Pero entre vosotros no es así, sino que cualquiera de vosotros que desee llegar a ser grande será vuestro servidor,
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y cualquiera de vosotros que desee ser el primero será siervo de todos.
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Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
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Entonces llegaron<***> a Jericó. Y cuando salía de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, un mendigo ciego llamado Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino.
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Y cuando oyó que era Jesús el Nazareno, comenzó a gritar y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
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Y muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
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Y Jesús se detuvo y dijo: Llamadle. Y llamaron<***> al ciego, diciéndole: ¡Anímate! Levántate, que te llama.
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Y arrojando su manto, se levantó de un salto y fue a Jesús.
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Y dirigiéndose a él, Jesús le dijo: ¿Qué deseas que haga por ti? Y el ciego le respondió: Raboní , que recobre la vista.
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Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha sanado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino.