1
Jesús partió de aquel lugar y se fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Otra vez se le reunieron las multitudes, y como era su costumbre, les enseñaba.
2
En eso, unos fariseos se le acercaron y, para ponerlo a prueba, le preguntaron:—¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa?
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—¿Qué les mandó Moisés? —replicó Jesús.
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—Moisés permitió que un hombre le escribiera un certificado de divorcio y la despidiera —contestaron ellos.
5
—Esa ley la escribió Moisés para ustedes por lo obstinados que son —aclaró Jesús—.
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Pero al principio de la creación Dios “los hizo hombre y mujer”.
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“Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa,
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y los dos llegarán a ser un solo cuerpo”. Así que ya no son dos, sino uno solo.
9
Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
10
Vueltos a casa, los discípulos le preguntaron a Jesús sobre este asunto.
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—El que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera —respondió—.
12
Y si la mujer se divorcia de su esposo y se casa con otro, comete adulterio.