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VOZ DEL QUE CLAMA EN EL DESIERTO: "PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR, HACED DERECHAS SUS SENDAS."
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Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados.
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Y acudía a él toda la región de Judea, y toda la gente de Jerusalén, y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán.
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Juan estaba vestido de pelo de camello, tenía un cinto de cuero a la cintura, y comía langostas y miel silvestre.
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Y predicaba, diciendo: Tras mí viene uno que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, inclinándome, la correa de sus sandalias.
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Yo os bauticé con agua, pero El os bautizará con el Espíritu Santo.
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Y sucedió en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
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E inmediatamente, al salir del agua, vio que los cielos se abrían, y que el Espíritu como paloma descendía sobre El;
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y vino una voz de los cielos, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido.
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Enseguida el Espíritu le impulsó<***> a ir al desierto.
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Y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; y estaba entre las fieras, y los ángeles le servían.
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Después que Juan había sido encarcelado, Jesús vino a Galilea proclamando el evangelio de Dios,
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y diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.
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Mientras caminaba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón, echando una red en el mar, porque eran pescadores.
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Y Jesús les dijo: Seguidme, y yo haré que seáis pescadores de hombres.
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Y dejando al instante las redes, le siguieron.
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Yendo un poco más adelante vio a Jacobo , el hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, los cuales estaban también en la barca, remendando las redes.
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Y al instante los llamó; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras El.
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Entraron<***> en Capernaúm; y enseguida, en el día de reposo entrando Jesús en la sinagoga comenzó a enseñar.
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Y se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
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Y he aquí estaba en la sinagoga de ellos un hombre con un espíritu inmundo, el cual comenzó a gritar,
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diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios.
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Jesús lo reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él!
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Entonces el espíritu inmundo, causándole convulsiones, gritó a gran voz y salió de él.
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Y todos se asombraron de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva con autoridad! El manda aun a los espíritus inmundos y le obedecen.
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Y enseguida su fama se extendió por todas partes, por toda la región alrededor de Galilea.
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Inmediatamente después de haber salido de la sinagoga, fueron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan.
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Y la suegra de Simón yacía enferma con fiebre; y enseguida le hablaron<***> de ella.
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Jesús se le acercó, y tomándola de la mano la levantó, y la fiebre la dejó; y ella les servía.
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A la caída de la tarde, después de la puesta del sol, le trajeron todos los que estaban enfermos y los endemoniados.
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Y toda la ciudad se había amontonado a la puerta.
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Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y expulsó muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque ellos sabían quién era El.
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Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, salió, y se fue a un lugar solitario, y allí oraba.
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Y Simón y sus compañeros salieron a buscarle;
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le encontraron y le dijeron<***>: Todos te buscan.
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Y El les dijo<***>: Vamos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que predique también allí, porque para eso he salido.
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Y fue por toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando demonios.
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Y vino<***> a El un leproso rogándole, y arrodillándose le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
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Movido a compasión, extendiendo Jesús la mano, lo tocó, y le dijo<***>: Quiero; sé limpio.
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Y al instante la lepra lo dejó y quedó limpio.
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Entonces Jesús lo amonestó severamente y enseguida lo despidió,
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y le dijo<***>: Mira, no digas nada a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu limpieza lo que Moisés ordenó, para testimonio a ellos.
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Pero él, en cuanto salió comenzó a proclamarlo abiertamente y a divulgar el hecho, a tal punto que Jesús ya no podía entrar públicamente en ciudad alguna, sino que se quedaba fuera en lugares despoblados; y venían a El de todas partes.