22
Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene potestad, y no como los escribas
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Y había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, el cual dio voces
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diciendo: ¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios
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Y Jesús le riñó, diciendo: Enmudece, y sal de él
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Y el espíritu inmundo, sacudiéndolo con violencia, y clamando a gran voz, salió de él
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Y todos se maravillaron, de tal manera que inquirían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con potestad aun a los espíritus inmundos manda, y le obedecen
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Vino luego su fama por toda la provincia alrededor de Galilea
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Y luego saliendo de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y de Andrés, con Jacobo y Juan
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Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y le hablaron luego de ella
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Entonces llegando él, la tomó de su mano y la levantó; y luego la dejó la fiebre, y les servía
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Y cuando fue la tarde, cuando el sol se puso, traían a él todos los que tenían mal, y endemoniados
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y toda la ciudad se juntó a la puerta
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Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios porque le conocían
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Levantándose muy de mañana, aún muy de noche, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba
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Y le siguió Simón, y los que estaban con él
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Y hallándole, le dicen: Todos te buscan
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Y les dice: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido
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Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios
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Y un leproso vino a él, rogándole; e hincada la rodilla, le dice: Si quieres, puedes limpiarme
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Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió su mano, y le tocó, y le dice: Quiero, sé limpio
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Y así que hubo él hablado, la lepra se fue luego de aquel, y fue limpio
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Entonces le apercibió, y le despidió luego
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y le dice: Mira, no digas a nadie nada; sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos
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Mas ido él, comenzó a publicarlo mucho, y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar manifiestamente en la ciudad, sino que estaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes