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Poned vosotros en vuestros oídos estas palabras; porque ha de acontecer que el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres
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Mas ellos no entendían esta palabra, y les era encubierta para que no la entendieran; y temían preguntarle sobre ella
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Entonces entraron en disputa, cuál de ellos sería el mayor
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Mas Jesús, viendo los pensamientos del corazón de ellos, tomó un niño, y le puso junto a sí
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Y les dice: Cualquiera que recibiere este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibiere a mí, recibe al que me envió; porque el que fuere el menor entre todos vosotros, éste será grande
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Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no te sigue con nosotros
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Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es
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Y aconteció que, como se cumplió el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir a Jerusalén
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Y envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una ciudad de los samaritanos, para hacerle preparativos
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Mas no le recibieron, porque su rostro era como de alguien que iba a Jerusalén
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Y viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, y los consuma, como hizo Elías
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Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois
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porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea
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Y aconteció que yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré dondequiera que fueres
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Y le dijo Jesús: Las zorras tienen cuevas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene dónde recline la cabeza
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Y dijo a otro: Sígueme. Y él dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre
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Y Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú, ve, y anuncia el Reino de Dios
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Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; mas déjame que me despida primero de los que están en mi casa
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Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano al arado mirare atrás, es hábil para el Reino de Dios