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Y cuando El llegó a la casa, no permitió que nadie entrara con El sino sólo Pedro, Juan y Jacobo , y el padre y la madre de la muchacha.
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Todos la lloraban y se lamentaban; pero El dijo: No lloréis, porque no ha muerto, sino que duerme.
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Y se burlaban de El, sabiendo que ella había muerto.
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Pero El, tomándola de la mano, clamó, diciendo: ¡Niña, levántate!
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Entonces le volvió su espíritu, y se levantó al instante, y El mandó que le dieran de comer.
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Y sus padres estaban asombrados; pero El les encargó que no dijeran a nadie lo que había sucedido.