35
Y salieron a ver lo que había acontecido; y vinieron a Jesús, y hallaron sentado al hombre de quien habían salido los demonios, vestido, y en su juicio, a los pies de Jesús; y tuvieron miedo.
36
Y les contaron los que lo habían visto, cómo había sido salvado aquel endemoniado.
37
Entonces toda la multitud de la tierra de los gadarenos alrededor, le rogaron que se fuese de ellos; porque tenían gran temor. Y él, subiendo en el barco, se devolvió.
38
Y aquel hombre, de quien habían salido los demonios, le rogó para estar con él; mas Jesús le despidió, diciendo:
39
Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, predicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
40
Y aconteció que volviendo Jesús, le recibió la multitud; porque todos le esperaban.
41
Y he aquí un varón, llamado Jairo, y que era príncipe de la sinagoga, vino, y cayendo a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa;
42
porque tenía una hija única, como de doce años, y ella se estaba muriendo. Y yendo, le apretaba la multitud.
43
Y una mujer, que tenía flujo de sangre hacía ya doce años, la cual había gastado en médicos toda su hacienda, y por ninguno había podido ser curada,
44
llegándose por las espaldas, tocó el borde de su vestido; y luego se estancó el flujo de su sangre.
45
Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
46
Y Jesús dijo: Me ha tocado alguien; porque yo he conocido que ha salido virtud de mí.
47
Entonces, cuando la mujer vio que no se podía esconder, vino temblando, y postrándose delante de él le declaró delante de todo el pueblo la causa por qué le había tocado, y cómo luego había sido sana.
48
Y él dijo: Confía hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.
49
Estando aún él hablando, vino uno del príncipe de la sinagoga a decirle: Tu hija está muerta, no des trabajo al Maestro.
50
Y oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva.
51
Y entrado en casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, y a Jacobo, y a Juan, y al padre y a la madre de la niña.
52
Y lloraban todos, y la plañían. Y él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme.
53
Y hacían burla de él, sabiendo que estaba muerta.
54
Y él, echados todos fuera, tomándola de la mano, clamó, diciendo: Muchacha, levántate.
55
Entonces su espíritu volvió, y se levantó luego; y él mandó que le diesen de comer.