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Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta
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y no teniendo ellos con qué pagar, soltó la deuda a ambos. Di, pues, ¿cuál de éstos le amará más
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Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel al cual soltó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado
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Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no diste agua para mis pies; y ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha limpiado con los cabellos de su cabeza
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No me diste beso, y ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies
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No ungiste mi cabeza con óleo; y ésta ha ungido con ungüento mis pies
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Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas al que se perdona poco, poco ama
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Y a ella dijo: Los pecados te son perdonados
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Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados
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Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz