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Pero el primer día de la semana, al rayar el alba, las mujeres vinieron al sepulcro trayendo las especias aromáticas que habían preparado.
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Y encontraron que la piedra había sido removida del sepulcro,
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y cuando entraron, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
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Y aconteció que estando ellas perplejas por esto, de pronto se pusieron junto a ellas dos varones en vestiduras resplandecientes;
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y estando ellas aterrorizadas e inclinados sus rostros a tierra, ellos les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
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No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos cómo os habló cuando estaba aún en Galilea,
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diciendo que el Hijo del Hombre debía ser entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, y al tercer día resucitar.
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Entonces ellas se acordaron de sus palabras,
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y regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los once y a todos los demás.
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Eran María Magdalena y Juana y María, la madre de Jacobo; también las demás mujeres con ellas referían estas cosas a los apóstoles.
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Y a ellos estas palabras les parecieron como disparates, y no las creyeron.
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Pero Pedro se levantó y corrió al sepulcro; e inclinándose para mirar adentro, vio<***> sólo las envolturas de lino; y se fue a su casa, maravillado de lo que había acontecido.
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Y he aquí que aquel mismo día dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, que estaba como a once kilómetros de Jerusalén.
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Y conversaban entre sí acerca de todas estas cosas que habían acontecido.
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Y sucedió que mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos.