27
Y le seguía una grande multitud de pueblo, y de mujeres, las cuales le lloraban y lamentaban.
28
Mas Jesús, vuelto á ellas, les dice: Hijas de Jerusalem, no me lloréis á mí, mas llorad por vosotras mismas, y por vuestros hijos.
29
Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no criaron.
30
Entonces comenzarán á decir á los montes: Caed sobre nosotros: y á los collados: Cubridnos.
31
Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué se hará?
32
Y llevaban también con él otros dos, malhechores, á ser muertos.
33
Y como vinieron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y á los malhechores, uno á la derecha, y otro á la izquierda.
34
Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y partiendo sus vestidos, echaron suertes.
35
Y el pueblo estaba mirando; y se burlaban de él los príncipes con ellos, diciendo: A otros hizo salvos: sálvese á sí, si éste es el Mesías, el escogido de Dios.
36
Escarnecían de él también los soldados, llegándose y presentándole vinagre
37
Y diciendo: Si tú eres el Rey de los Judíos, sálvate á ti mismo.