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Y comenzaron a acusarle, diciendo: Hemos hallado que éste pervierte a nuestra nación, prohibiendo pagar impuesto al César, y diciendo que El mismo es Cristo, un rey.
3
Pilato entonces le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús respondiéndole, dijo: Tú lo dices.
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Y Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la multitud: No encuentro delito en este hombre
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Pero ellos insistían, diciendo: El alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
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Cuando Pilato oyó esto, preguntó si el hombre era galileo.
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Y al saber que Jesús pertenecía a la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que también estaba en Jerusalén en aquellos días.
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Herodes, al ver a Jesús se alegró en gran manera, pues hacía mucho tiempo que quería verle por lo que había oído hablar de El, y esperaba ver alguna señal que El hiciera.
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Y le interrogó extensamente, pero Jesús nada le respondió.
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Los principales sacerdotes y los escribas también estaban allí, acusándole con vehemencia.
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Entonces Herodes, con sus soldados, después de tratarle con desprecio y burlarse de El, le vistió con un espléndido manto y le envió de nuevo a Pilato.
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Aquel mismo día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes habían estado enemistados el uno con el otro.
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Entonces Pilato convocó a los principales sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo,
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y les dijo: Me habéis presentado a este hombre como uno que incita al pueblo a la rebelión, pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado ningún delito en este hombre de las acusaciones que hacéis contra El
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Ni tampoco Herodes, pues nos lo ha remitido de nuevo; y he aquí que nada ha hecho que merezca la muerte.
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Por consiguiente, después de castigarle, le soltaré.
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Y tenía obligación de soltarles un preso en cada fiesta.
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Pero todos ellos gritaron a una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!
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(Este había sido echado en la cárcel por un levantamiento ocurrido en la ciudad, y por homicidio.
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Pilato, queriendo soltar a Jesús, les volvió a hablar,
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pero ellos continuaban gritando, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale
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Y él les dijo por tercera vez: ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho éste? No he hallado en El ningún delito digno de muerte; por tanto, le castigaré y le soltaré.