12
Y esto os servirá de señal: hallaréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
13
Y de repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo:
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Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes El se complace .
15
Y aconteció que cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos, pues, hasta Belén y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha dado a saber.
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Fueron a toda prisa, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
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Y cuando lo vieron, dieron a saber lo que se les había dicho acerca de este niño.
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Y todos los que lo oyeron se maravillaron de las cosas que les fueron dichas por los pastores.
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Pero María atesoraba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón.
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Y los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como se les había dicho.
21
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, el nombre dado por el ángel antes de que El fuera concebido en el seno materno.
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Cuando se cumplieron los días para la purificación de ellos, según la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor
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(como está escrito en la Ley del Señor: TODO VARON QUE ABRA LA MATRIZ SERA LLAMADO SANTO PARA EL SEÑOR),
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y para ofrecer un sacrificio conforme a lo dicho en la Ley del Señor: UN PAR DE TORTOLAS O DOS PICHONES.
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Y había en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón; y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
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Y por el Espíritu Santo se le había revelado que no vería la muerte sin antes ver al Cristo del Señor.
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Movido por el Espíritu fue al templo. Y cuando los padres del niño Jesús le trajeron para cumplir por El el rito de la ley,
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él tomó al niño en sus brazos, y bendijo a Dios y dijo:
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Ahora, Señor, permite que tu siervo se vaya en paz, conforme a tu palabra;
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porque han visto mis ojos tu salvación
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la cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
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LUZ DE REVELACION A LOS GENTILES, y gloria de tu pueblo Israel.
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Y los padres del niño estaban asombrados de las cosas que de El se decían.
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Simeón los bendijo, y dijo a su madre María: He aquí, este niño ha sido puesto para la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción
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(y una espada traspasará aun tu propia alma) a fin de que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
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Y había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad muy avanzada, y había vivido con su marido siete años después de su matrimonio,
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y después de viuda, hasta los ochenta y cuatro años. Nunca se alejaba del templo, sirviendo noche y día con ayunos y oraciones.
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Y llegando ella en ese preciso momento, daba gracias a Dios, y hablaba de El a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
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Habiendo ellos cumplido con todo conforme a la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
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Y el niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre El.
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Sus padres acostumbraban ir a Jerusalén todos los años a la fiesta de la Pascua.
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Y cuando cumplió doce años, subieron allá conforme a la costumbre de la fiesta;
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y al regresar ellos, después de haber pasado todos los días de la fiesta, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres,
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y suponiendo que iba en la caravana, anduvieron camino de un día, y comenzaron a buscarle entre los familiares y conocidos.
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Al no hallarle, volvieron a Jerusalén buscándole.
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Y aconteció que después de tres días le hallaron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
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Y todos los que le oían estaban asombrados de su entendimiento y de sus respuestas.
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Cuando sus padres le vieron, se quedaron maravillados; y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has tratado de esta manera? Mira, tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia.
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Entonces El les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿Acaso no sabíais que me era necesario estar en la casa de mi Padre?
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Pero ellos no entendieron las palabras que El les había dicho.
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Y descendió con ellos y vino a Nazaret, y continuó sujeto a ellos. Y su madre atesoraba todas estas cosas en su corazón.
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Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.