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Y mientras El iba avanzando, tendían sus mantos por el camino.
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Cuando ya se acercaba, junto a la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, regocijándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto,
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diciendo: ¡BENDITO EL REY QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!
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Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
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Respondiendo El, dijo: Os digo que si éstos callan, las piedras clamarán.
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Cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella,
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diciendo: ¡Si tú también hubieras sabido en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.
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Porque sobre ti vendrán días, cuando tus enemigos echarán terraplén delante de ti, te sitiarán y te acosarán por todas partes.
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Y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo de tu visitación.
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Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían,
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diciéndoles: Escrito está: "Y MI CASA SERA CASA DE ORACION", pero vosotros la habéis hecho CUEVA DE LADRONES.
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Y enseñaba diariamente en el templo, pero los principales sacerdotes, los escribas y los más prominentes del pueblo procuraban matarle;
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y no encontraban la manera de hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de El, escuchándole.