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Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el Reino de Dios,
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que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
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Y Jesús, tomando aparte a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y serán cumplidas todas las cosas que fueron escritas por los profetas, del Hijo del hombre.
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Porque será entregado a los gentiles, y será escarnecido, e injuriado, y escupido.
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Y después que le hubieren azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.
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Pero ellos nada de estas cosas entendían, y esta palabra les era encubierta, y no sabían lo que decía.
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Y aconteció que acercándose él a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
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el cual cuando oyó la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.
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Y le dijeron que pasaba Jesus Nazareno.
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Entonces dio voces, diciendo: Jesus, Hijo de David, ten misericordia de mí.
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Y los que iban delante, le reñían que callase; mas él clamaba mucho más: Hijo de David, ten misericordia de mí.
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Jesús entonces parándose, mandó traerle a sí; y cuando él llegó, le preguntó,
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diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que vea.
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Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha hecho salvo.
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Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo como lo vio, dio a Dios alabanza.