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Mirándolo Jesús, dijo: ¡Qué difícil es que entren en el reino de Dios los que tienen riquezas!
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Porque es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios.
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Los que oyeron esto, dijeron: ¿Y quién podrá salvarse?
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Y El respondió: Lo imposible para los hombres, es posible para Dios.
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Y Pedro dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
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Entonces El les dijo: En verdad os digo: no hay nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres o hijos por la causa del reino de Dios,
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que no reciba muchas veces más en este tiempo, y en el siglo venidero, la vida eterna.
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Tomando aparte a los doce, Jesús les dijo: Mirad, subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas que están escritas por medio de los profetas acerca del Hijo del Hombre.
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Pues será entregado a los gentiles, y será objeto de burla, afrentado y escupido;
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y después de azotarle, le matarán, y al tercer día resucitará.
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Pero ellos no comprendieron nada de esto; este dicho les estaba encubierto, y no entendían lo que se les decía.