19
Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino sólo Dios.
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Los mandamientos sabes: No matarás; no adulterarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.
21
Y él dijo: Todas estas cosas he guardado desde mi juventud.
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Y Jesús, oído esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
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Entonces él, oídas estas cosas, se puso muy triste, porque era muy rico.
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Y viendo Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán dificultosamente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!
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Porque más fácil cosa es entrar un cable por el ojo de una aguja, que un rico entrar al Reino de Dios.
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Y los que lo oían, dijeron: ¿Y quién podrá ser salvo?
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Y él les dijo: Lo que es imposible para con los hombres, posible es para Dios.
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Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado todas las cosas, y te hemos seguido.
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Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el Reino de Dios,
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que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
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Y Jesús, tomando aparte a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y serán cumplidas todas las cosas que fueron escritas por los profetas, del Hijo del hombre.
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Porque será entregado a los gentiles, y será escarnecido, e injuriado, y escupido.
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Y después que le hubieren azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.
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Pero ellos nada de estas cosas entendían, y esta palabra les era encubierta, y no sabían lo que decía.
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Y aconteció que acercándose él a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
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el cual cuando oyó la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.
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Y le dijeron que pasaba Jesus Nazareno.
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Entonces dio voces, diciendo: Jesus, Hijo de David, ten misericordia de mí.
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Y los que iban delante, le reñían que callase; mas él clamaba mucho más: Hijo de David, ten misericordia de mí.