20
Y levantándose, fue a su padre. Y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó.
21
Y el hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo."
22
Pero el padre dijo a sus siervos: "Pronto; traed la mejor ropa y vestidlo, y poned un anillo en su mano y sandalias en los pies;
23
y traed el becerro engordado, matadlo, y comamos y regocijémonos;
24
porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron a regocijarse.
25
Y su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y se acercó a la casa, oyó música y danzas.
26
Y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era todo aquello.
27
Y él le dijo: "Tu hermano ha venido, y tu padre ha matado el becerro engordado porque lo ha recibido sano y salvo."
28
Entonces él se enojó y no quería entrar. Salió su padre y le rogaba que entrara.
29
Pero respondiendo él, le dijo al padre: "Mira, por tantos años te he servido y nunca he desobedecido ninguna orden tuya, y sin embargo, nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos;
30
pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, mataste para él el becerro engordado."
31
Y él le dijo: "Hijo mío, tú siempre has estado conmigo, y todo lo mío es tuyo.
32
"Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque éste, tu hermano, estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado."