25
Después que el padre de familia se levantare, y cerrare la puerta, y comenzaréis a estar fuera, y a tocar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos; y respondiendo os dirá: No os conozco de dónde seáis.
26
Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste;
27
y os dirá: Os digo que no os conozco de dónde seáis; apartaos de mí todos los obreros de iniquidad.
28
Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando viereis a Abraham, y a Isaac, y a Jacob, y a todos los profetas en el Reino de Dios, y vosotros ser echados fuera.
29
Y vendrán otros del Oriente y del Occidente, del Norte y del Mediodía, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios.
30
Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y hay primeros que serán postreros.
31
Aquel mismo día llegaron unos de los fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
32
Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago sanidades hoy y mañana, y al tercer día soy perfeccionado.
33
Pero es necesario que hoy, y mañana, y pasado mañana camine; porque no es posible que profeta muera fuera de Jerusalén.
34
¡Jerusalén, Jerusalén! Que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti, ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina sus pollos debajo de sus alas, y no quisiste!
35
He aquí, os es dejada vuestra Casa desierta; y os digo que no me veréis hasta que venga tiempo cuando digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.